La necesidad de regulación, las carencias estructurales y formativas, y la brecha digital, principales temas a resolver en la Telemedicina

El Congreso Nacional de Deontología Médica, que acogió la sede del Colegio de Médicos de Toledo durante los dos últimos fines de semana, abordó en su cuarta mesa: “Irrupción de la Telemedicina y la e-consulta: implicaciones asistenciales para los pacientes y los profesionales”, la trascendencia de la Telemedicina y las necesidades en este ámbito novedoso

Madrid 27/04/2021 medicosypacientes.com/ Sara Narvaiza
El objetivo de la mesa, en la que intervinieron como ponentes el Dr. Vicente Baos y el Dr. Alejandro Callizo, contó con la participación de los doctores: Ricardo Abengózar, María Teresa Vidal, Manuel Fernández, Antonio Fernández-Pro y Javier Sánchez, y fue moderado por el Dr. José Félix Sastre, era establecer qué necesitan los profesionales médicos ante esta nueva demanda, qué límites son razonables y cómo se debe regular este tipo de atención sanitaria. 
 
Con ayuda de la Ética, aplicada a la deontología profesional, se deben perfilar bien las condiciones en las que el acto médico telemático se ha de realizar para que no se produzcan abusos por parte del paciente o del profesional y ninguno resulte perjudicado. Del mismo modo, alejar, en lo posible, el lucro indebido de terceros que podrían aprovechar la tecnología para conseguir unos ingresos fáciles a costa de médicos y pacientes.
 
El Dr. Vicente Baos expresó en su ponencia que la coexistencia entre la consulta presencial y la telemática “ha venido para quedarse”, y que ofrece ventajas, al evitar desplazamientos no necesarios, como “facilitar el acceso a gran parte de la población y minimizar los tiempos empleados”. En cuanto a sus inconvenientes y peligros destacó “la dificultad de acceso a aquella población que no conoce ni maneja las nuevas tecnologías”.
 
El Dr. Baos señaló también la necesita de que se cumplan ciertos requisitos como que sea obligatoria la consulta presencial cuando “existan mínimas dudas de que una exploración física o una entrevista verbal y no verbal presencial puedan aportar los datos que la teleconsulta no nos aporta”. Por último, añadió que “tanto la población a la que atendemos, como nosotros mismos, necesitamos tiempo para adaptarnos a esta nueva forma de relación”.
 
El Dr. Alejandro Callizo hizo hincapié en el éxito de esta modalidad de consulta: “a pesar de la súbita llegada no se puede negar su éxito, su implantación universal”, sin embargo, expuso que “como no ha estado precedida de formación cada profesional, cada servicio, se adapta y autorregula como puede”. Asimismo, alertó de que la brecha digital “es causa de marginación por la dificultad con las nuevas tecnologías entre aquellas personas que, además, a menudo son los que más nos necesitan, en cumplimiento con la Ley de Cuidados inversos”.
 
Por otra parte, explicó que “La telemedicina contribuye de manera notoria a los que se ha denominado como Hubberización de la salud”. El Dr. Callizo, al final de su exposición, añadió que “la telemedicina parecía una solución a situaciones previas no deseadas, pero ha chocado con males sistémicos”.
 
En el debate posterior, el Dr. Ricardo Abengózar preguntó acerca del nuevo paradigma médico-paciente que supone la irrupción de las TIC en el sistema asistencia. La respuesta fue para todos que la telemedicina ha venido a quedarse, pero “genera muchas inquietudes y quedan muchas preguntas por resolver”.
Además, señalaron que muchas de las aplicaciones que se están implantando son irrelevantes en la mejoría de la salud de los pacientes y en su supuesto empoderamiento, y que no deben olvidarse aspectos tan relevantes como la ciberseguridad.
 
Por su parte, la Dra. María Teresa Vidal Candela expuso que “la relación médico-paciente siempre tiene que contar con una buena comunicación como base y en la consulta no presencial podemos de alguna manera ver mermado este intercambio”. Y añadió la necesidad de añadir formación en las universidades respecto a esta nueva manera de interrelacionarse entre el médico y su paciente, para lo que fue unánime la respuesta afirmativa para todos los participantes. 
 
Además, durante su intervención, la Dra. Vidal, destacó que el aumento en el acceso a la telemedicina puede suponer un aumento del sobrediagnóstico y de tratamientos, una acentuación de la medicina defensiva, de modo que se debe regular esta modalidad para prevenir que esto suceda.
 
El Dr. Manuel Fernández Chavero señaló que ya existe un documento de la OMC titulado La Telemedicina en el Acto Médico”, que emana de la Comisión central de Deontología, el 10 de junio del 2020. El Dr. Fernández quiso cuestionar cómo evitar la injusticia asistencial, para lo que concluyeron que “a través de la visita presencial, de la mejora en la formación, de enfoques o equipos especiales para determinados colectivos socialmente deprimidos o con dificulta de acceso a las nuevas tecnologías”.
 
El Dr. Antonio Fernández-Pro quiso incidir en la importancia de establecer un marco normativo que defina cuándo es necesaria una visita presencial, cómo y dónde debe tener lugar. Además, consideró, es importante “generar una regulación que no caiga en un excesivo garantismo, y que no limite la libertad ni la creatividad del profesional”. 
 
Finalmente, el Dr. Javier Sánchez Caro señaló que en la telemedicina “hay riesgos y, por tanto, hay responsabilidades”. Además, añadió que, en este aspecto, “el mejor servicio que la OMC podría hacer a España sería el fijar los principios orientadores de la telemedicina en el nuevo Código Deontológico”. 
 
En definitiva, se pueden recoger tres conclusiones principales: la primera es la necesidad de la regulación; la segunda, que existen carencias en las actuales estructuras y en la formación; y la tercera, que no se puede tolerar que la brecha digital perjudique a los pacientes.
 
En lo referente a la regulación, aclararon que “existe una enorme variabilidad en el uso de la telemedicina entre los distintos profesionales, no deseable. La autorregulación la están realizando los propios profesionales, equipos y servicios. Esto tiene indudables consecuencias deontológicas, la cuestionable ciberseguridad (o inseguridad) y una notable inseguridad jurídica. En esto, debemos los profesionales, a través de la OMC y de los distintos comités deontológicos, continuar en los intentos de regulación de esta nueva situación, y siempre antes de la llegada del legislador”.